MARIA GOZALVEZ
La hechizada Valencia en el siglo XVIII (1700)
¡Quemadla! A la hoguera con ella, es una bruja, una mujer que está en pacto con el demonio, y no merece vivir, pues con sus embrujos, con su magia hace daño a las personas, les arrebata sus almas…”
AHN, legajo 3722
Se desconoce si ese fue el final de María, morir en la hoguera como otras tantas otras mujeres, que a través de los procesos de la Inquisición, fueron acusadas por sus prácticas mágicas y sentenciadas a ser quemadas en una pira, provocándoles una muerte horrible y dolorosa. Posiblemente Maria no fue sentenciada a tan terrible dictamen, pero creemos que no por ello su sufrimiento fue menor, pues tras ser condenada por el Tribunal, el cual la juzgó por realizar actos que estaban relacionados con la brujería, pasó a estar encarcelada en la prisión de San Narciso de Valencia, edificio cercano al puente de la Trinidad y, posiblemente, allí murió en soledad.
Tras el breve resumen sobre María Gozalvez, nos preguntamos ¿ qué hizo esta mujer para ser víctima del poder inquisitorial?
Esta historia se desarrolla en la ciudad Valencia durante el siglo XVIII, tiempo en el que todavía se vive con el miedo a las prácticas maléficas que son consideradas dañinas, ya que en ellas se introduce al diablo, y que estas están ligadas a la nocturnidad y al mal, que sólo trae desgracias y calamidades con enfermedades y dolencias.
No creamos que esa mentalidad era propia de la sociedad valenciana de 1700. La aceptación del oscurantismo, de la existencia de brujas y en algún caso brujos, se remonta, según la documentación registrada en Valencia, a los siglos XIV y XV y por extensión a los siguientes. Por lo que creencias y supersticiones u otras prácticas contrarias a la fe religiosa, finalmente se extendieron en todos los estamentos sociales, desde el pueblo llano a la corte, teniendo una amplia difusión tanto en el ámbito rural y urbano.
Pero nos preguntamos si en aquella sociedad llamada del mal, formada por la cultura popular, con actos y rituales a los que se les atribuía un poder sobrenatural, acompañado de un culto demonológico, las hechiceras u otras personas lo utilizaban solo como magia maléfica, y por respuesta tenemos que no fuese así en todos los casos. Las mujeres o, en algún caso, los hombres mediaban con las prácticas de diversos conocimientos sobre la naturaleza para aquellos que tenían necesidades humanas, como la cura de ciertas enfermedades, propiciar la descendencia familiar, satisfacer voluntades, alcanzar deseos y otros estados, utilizando sus hechicerías, sortilegios y otros medios para cubrirlas y curarlas, por lo que, una vez alcanzado el propósito, esos servicios mágicos eran beneficiosos.
Sería interesante investigar de la sobre aquellas acciones o experimentos calificados como sobrenaturales en siglos posteriores, pero como no queremos dejar atrás a nuestra protagonista, nuestra “bruja” María, este apartado será relatado más adelante, aunque si vamos a comentar, ciñéndonos sobre todo a Valencia, cuando se comenzó a considerarse como hechos de maldad los fenómenos ligados a los actos que, según opiniones de fe y en algunos casos de envidia, excedían a los naturales o divinos relacionándolos aquellos con la brujería, proceso que fue tomando fuerza desde el inicio de la expansión de la doctrina cristiana con lo que se pretendía hacer desaparecer el paganismo.
Aunque en la Edad Media fue un tiempo en el que cabía la fantasía, ello debido a la caballeresca e historias de princesas y dragones, a la vez, en dicha época, se desarrolló un obscurantismo sistemático en contra de la difusión cultural en la que calamidades y catástrofes ayudaron a ver un mundo dramático, de horror y espantoso, conllevando a que muchas personas viviesen con temor el día a día, pues para muchas, por su ignorancia, les era incomprensible razonar sobre hechos que se podían explicar y quitarles ese halo misterioso y de superstición, los cuales cuajarían en el peor de los sentidos, hacia la brujería maliciosa pero que, al fin y al cabo, se trataba de cultura popular.
Ahora ya nos adentramos en la sociedad valenciana popular, en la que la aseveración sobre supersticiones, sobre actos de curanderismo y hechicerías en algunos casos practicadas por hombres, pero mayormente por las mujeres, estaba a la orden del día, por lo que al clero eclesiástico le tocaba actuar en contra de ello y pasar a ser el poder dominante ante tantas malas costumbres, que iban en contra de la fe cristiana.
La Iglesia en la Europa medieval actuó, desde principios divulgación de la fe divina, de forma severa y con dureza para eliminar todo vestigio de hechicería, de magia o de cualquier ritual que conllevase hacia los hechos de brujería y así acabar con el mal que amenazaba el entorno social, por lo que en dicho contexto se centrará en contra de esa parte de la sociedad y de sus prácticas creando la Inquisición o Santa Inquisición, institución dedicada a la persecución y supresión de la herejía, sobre todo en el seno de la iglesia católica, lo que da lugar a la aparición dos facciones sociales, el bien y el mal enfrentando entre sí.
Santo Domingo presidiendo uno de los tantos auto de Fe (Berruguete,S. XV)
A raíz de ello surgieron escritos y obras de tratado doctrinal y entre las más celebres está la llamada Malleus Maleficarum (en latín) Martell de les Bruixes (en valenciano) Martillo de las Brujas (en castellano), compilada y escrita por los dos monjes inquisidores dominicos Heinrich Kramer y Jacob Sprenger.
Regresando a la Valencia Medieval hechizada, supersticiosa y con un alto índice, segun fuentes y testimonios, de curanderismo femenino, tanto en entorno rural como en el urbano, el poder dominante, la Iglesia con su represión inquisidora combatió esos hábitos y costumbres impropios, según su visión, de una sociedad cristiana. En la lucha contra dichos hechos, los cuales corrompían a los valencianos de la edad Media, se postuló Vicente Ferrer (San Vicent Ferrer) en las primera década del siglo XV, con sus sermones para instruir la religión cristiana, recogidos en la célebre obra “Sermons de San Vicent Ferrer”, reprochando a los valencianos la falta de fe en la providencia divina ante las presencia de la hechicería maligna, ésta representada por adivins, fetillers de ambos sexos, aunque sus alegatos iban principalmente hacia las mujeres (fetilleres, metzineres i metgesses).
Vista de la ciudad de Valencia
Detalle del retablo de San Vicente Ferrer (Maestro del Grifo, S. XVI
En la Valencia de la Edad Media no sólo actuó la Iglesia en contra de los actos que predecían el futuro, de atraer a las gentes ganándose su voluntad con ciertos encantamientos, de los sortilegios, maleficios, conjuros y otras artes mágicas, también vigilaban celosamente, por el bien público y bienestar social, entidades civiles como la Casa de la Ciutat, el Consell o la Baitlia en las personas de los justicias, jurats y consellers. Las acciones sobre las personas que se sospechaba o se tenían testimonios de su dedicación en hacer y usar de los prodigios sobrenaturales en aquellas que solicitasen sus servicios, eran conferidas a dichos personajes y este proceso, desde el inicio de la investigación hasta la condena quedaba registrado documentalmente.
Por suerte, para quienes investigamos el tema, buena parte de la documentación se ha conservado y, aunque es sumamente interesante, por ahora no vamos a extendernos, pues quien nos ha traído a escribir el presente discurso es Maria Gozalvez. Solo citaremos de pasada a algunas mujeres, que como nuestra protagonista fueron, a los largo de las distintas décadas del siglo XIV, acusadas y condenadas a consecuencia de sus actos en contra del designio y la providencia de Dios. Citamos a Antonia, viuda de Antoni Gomez, de Meliana (1357), Maria, casada con Miramar Ferrer, de Benaguassil (1359) además de Maria Montura, Saurina, alias Na Bossa y Dolça, esposa de Ramón Barberà, habitadoras de la ciudad de Alcoy (1383)iii, que sufrieron diversas penas por sus delitos y como servidoras, según se testificaba, del diablo. La actitud del Santo Oficio (Inquisición) y de los organismos institucionales valencianos, anteriormente mencionados, siguieron haciendo su labor con toda su fuerza para la desaparición de la meléfica magia hasta final del siglo XIX, pero los casos de condena por minima sopecha, aunque en menor cantidad, continuaron hasta bien entrado en siglo xx.
¡Ay María qué poco sabemos de ti! Casi pasas desapercibida en la ciudad que viviste tu infortunio, la cual junto con las provincias de Castellón y Alicante conformaron el Reino de Valencia, reino al que le fueron abolidos los Furs tras la batalla de Almansa, con el rey Felipe V.
La historia de Maria se desarrolla en Valencia ciudad, entre la década de los años 50 del siglo XVIII, siglo en que todavía las brujas y los embrujamientos eran la razón por la que seguia existiendo la Inquisición. La primera noticia que tenemos de nuestra protagonista es por la delación de Don José de Montserrat, presbítero y vicario de la parroquia de Santísimo Cristo San Salvador de Valencia, quedando esta documentada.
Lo poco que se sabe de Maria es gracias a que la denuncia quedó registrada. Esta alude a una alegación fiscal del proceso de fe que se le hizo. Sabemos su nombre y primer apellido “Maria Gozalvez”, pero no su edad, ya que su fecha de nacimiento no fue anotada, asi que desconocemos los años que tendría cuando fue acusada y encarcelada, aunque en el legajo se le menciona como “la vieja” o “la vieja Gonzalvez”, y que en ese tiempo era viuda, y tampoco sabemos cómo era ella, si fue alta o baja, morena o de pelo castaño, quizá fuese guapa, por qué no, quizás tuviese ese atractivo de la mujer valenciana, labradora, campesina o simplemente el de una mujer sencilla de su casa, pero sí que se conoce, a poco más de un año antes de ser encarcelada, que pedía limosna, quizá su situación de viuda le llevó a la pobreza.
También nos preguntamos si ya desde su juventud ejercía la brujería, si realmente fue una maligna sirvienta del demonio o fue una metzinera, que con sus dotes y conocimientos beneficiaba o curaba a quien se lo pedía, seguramente en otros tiempo fue así, pero tras el desengaño de su marido cambió, y nos aventuramos a esa posibilidad, pues existe una declaración de una tal Rosa Serra, de 18 años, que trabajaba como doncella en la casa del Marques de Peris y dice así “que hará mas de un año estando la declarante un medio dia como a la una de la tarde en el zaguán de casa de su amo, parada, y en pie, se llego a ella la reo, y sin haberla antes tratado y solo viso venir alguna vez por limosna, la dixo si quería darle un alfiler o ahuja con un poco de ylo, a que respondió que no lo tenia con lo que se fue”. Nada fuera de lo normal en esa petición, salvo que la dicha Rosa tuvo una conversación con la madre de Carmela y esta y su hija le dijeron que “buena fortuna ha tenido muestra merced, que si la hubiera dado la ahuja y el ylo también (…) se hubiera vuestra merced vuelto flaca y amarilla”. Y fue su entorno vecinal la que la creyó maligna y, por tanto, le denunciaron por ello, y que quizás, tras torturas, ella confesó para que la dejasen en paz.
AHN, legajo 3722
“...tubo principio por medio de una carta, en que con fecha 6 de maio de este año escribió al tribunal Don José de Monserrat Presvitero y Vicario de la Parroquia de S. Salvador en Valencia……… en que Maria Gozalvez presa en la cárcel de S. Narcís de aquella ciudad de orden del Alcalde mayor, por haber maleficiado, según dicen a una Niña de doce años llamada Carmela, haciendo la cargo (…) del mal en que había hecho…”
Maleficiado, hechizado, haber hecho daño a alguien, a esa niña, pero ¿Maria que te llevó a usar tus artes en contra de una inocente? Y Maria nos dice, con su dolor , sui tristeza ...
“He hecho un pacto con el demonio, le he ofrecido mi alma a cambio de más poder, pues mi marido me ha traicionado, está tratando con otra, con una amiga y me siento dolida, engañada y por ello quiero causar daño, pero no a la mujer con la que tiene sus amoríos, sino alguien cercano a ella, una persona por la que siente mucho cariño, y cuando la vea sufrir le causará mucho dolor.”
Y posiblemente así fue el por qué cambió Maria su hechicería beneficiosa a maléfica, actuando con una niña, esta pariente próxima de aquella amiga con la que la amistad se había roto, por la que ya solo Maria sentía malestar. Así consta, por ella misma declarado, el por qué había hecho pacto con el diablo y que lo “hizo viviendo aun su marido, el que tenia amistad con otra mujer con quien ella no quería, y que para saber si su marido trataba a dicha mujer y que hacia con ella, que hizo pacto con el Demonio y que assi sabia lo que de otro modo no podía saber y que por esto había ofrecido su alma al demonio”.
Por ese agravio, per ese daño recibido hizo que la niña Carmela enfermara, hasta tal punto que, según declaración “se ha buelto flaca y amarilla”, aunque Maria parece que se arrepiente y así lo declara “que lo que ella havia hecho, refiriéndose al maleficio lo havia ejecutado sencillamente, sin saber lo que hacia” y “que ella desharía si la dexaban lo que havia hecho, aludiendo a dicho maleficio”, maleficio que por lo que sabemos consistía en pedir algo prestado, en este hilo y que Maria daba puntada en su propia mantilla y, por lo visto, quien se lo había prestado pasaba a ser víctima.
Nos resulta difícil creer que unas simples puntadas, estas hechas en su mantilla, con hilo y aguja prestados puedan hacer que una persona quede menoscabada, debilitada hasta el punto que llegue a morir. Habría que entrar en esa sociedad en la que su conducta, su vida está marcada por la religión y todo aquello que atente contra la religiosidad, sean actos o palabras, serán castigados, amén de las creencias extrañas en lo supersticioso, conllevando todo ello a un mundo con una mentalidad cerrada y temerosa.
i La Inquisición medieval se fundó en 1184 en la zona de Languedoc (en el sur de Francia) para combatir la herejía de los cátaros o albigenses. En 1249 se implantó también en el reino de Aragón, siendo la primera Inquisición estatal; y en la Edad Moderna, con la unión de Aragón con Castilla, se extendió a ésta con el nombre de Inquisición española (1478-1821).
ii Según el historiador Roque Chabás, la Casa de la Ciutat, estuvo situada en la plaza de la Almoyna, y posteriormente fue construida una nueva sede al principio de la calle Caballeros, junto al palacio de la Generalitat de València, antes del Reino.
iii “Visitas pastorales de Valencia. Siglos XIV-XV”. M.Carcel y J.V.Codina.